Recuerdo que de pequeña, una vez, les dije a mis papás que cuando fuera grande y tuviera mucho dinero se lo regalaría a todos los niños pobres. En mi mente de cinco años no cabía razón para entender por qué muchos niños no estaban con sus papás como yo.
Es increíble como un día, después de varios años, un simple reportaje cambió mi vida. Desde aquella vez incrementó muchísimo más mi amor por los demás antes que por mi misma. Y es que pensar en otros y darte cuenta que a veces nos quejamos de cosas vanas, sin sentido, cuando otras la están pasando peor.
Y así fue como nació Pintando Sonrisas. Un sueño hecho realidad. Un proyecto que no ha quedado en papeles. Una actividad que envuelve a muchas personas con ganas de ayudar. Yo, personalmente diría que, más que dar ayuda, los niños nos ayudan porque nos enseñan con sus actos y frases inocentes que la felicidad no está en lo material.
Es hermoso ver el cariño que los niños necesitan. El simplemente llegar donde ellos están y sin conocerte, te reciban con miles de abrazos tan fuertes que llegan a quitarte el aire no solo por la presión sino por la emoción, es muy reconfortante.
Los niños, definitivamente, son mi debilidad. Pintando Sonrisas es un proyecto a largo plazo, que con el tiempo, quisiera convertir en una ONG y de esta manera poder hacer algo más complejo. No solo se trata de dar. El paternalismo es algo a lo que mucha gente se ha acostumbrado. La idea es poder enseñarles a estas personas que hay mucho por hacer, que si bien es cierto ellos tienen muchas carencias siempre hay alguien peor y que pueden salir adelante por sus propios medios.
En los dos años que llevo haciendo esta proyección social se me ha ido dibujando una sonrisa en el corazón. No tengo que dar a conocer lo que hago para que digan que soy buena. No hago esto por tener reconocimientos. Me basta con recibir una sonrisa o un beso de un niño y ya me siento más que feliz, en las nubes y eso es suficiente para mí.
Es increíble como un día, después de varios años, un simple reportaje cambió mi vida. Desde aquella vez incrementó muchísimo más mi amor por los demás antes que por mi misma. Y es que pensar en otros y darte cuenta que a veces nos quejamos de cosas vanas, sin sentido, cuando otras la están pasando peor.
Y así fue como nació Pintando Sonrisas. Un sueño hecho realidad. Un proyecto que no ha quedado en papeles. Una actividad que envuelve a muchas personas con ganas de ayudar. Yo, personalmente diría que, más que dar ayuda, los niños nos ayudan porque nos enseñan con sus actos y frases inocentes que la felicidad no está en lo material.
Es hermoso ver el cariño que los niños necesitan. El simplemente llegar donde ellos están y sin conocerte, te reciban con miles de abrazos tan fuertes que llegan a quitarte el aire no solo por la presión sino por la emoción, es muy reconfortante.
Los niños, definitivamente, son mi debilidad. Pintando Sonrisas es un proyecto a largo plazo, que con el tiempo, quisiera convertir en una ONG y de esta manera poder hacer algo más complejo. No solo se trata de dar. El paternalismo es algo a lo que mucha gente se ha acostumbrado. La idea es poder enseñarles a estas personas que hay mucho por hacer, que si bien es cierto ellos tienen muchas carencias siempre hay alguien peor y que pueden salir adelante por sus propios medios.
En los dos años que llevo haciendo esta proyección social se me ha ido dibujando una sonrisa en el corazón. No tengo que dar a conocer lo que hago para que digan que soy buena. No hago esto por tener reconocimientos. Me basta con recibir una sonrisa o un beso de un niño y ya me siento más que feliz, en las nubes y eso es suficiente para mí.
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